No encuentro la distancia en mi dolencia,
mi aliento se arrebata en franco duelo,
se enredan sin remedio en terciopelo
los llantos que confunden la impotencia.
No quiero profanar con mi imprudencia
la paz que se alborota entre tu pelo,
intuyo del fragor de tu desvelo
la pena que te lleva a la demencia,
¡Ay! ¿Por qué martirizas mi postura
es que no te lastima mi tristeza,
y gozas de mi actual melancolía?
Quisiera yo enmendar esta agonía
y lucir sin asomos de flaqueza
los roces del dolor, ya sin factura.
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