El viento se estremece en el ocaso,
navega sin sentido al horizonte
y oculta la nostalgia del sinsonte,
en cúmulos de horror, cerca al parnaso.
No importa si se cuela paso a paso
en busca de Alighieri o Cenofonte;
las cabras siempre irán tirando al monte
en busca de la luz de Garcilaso.
Tirita la amapola, va perdida,
bajo aquel inminente huracanado
que azota sin piedad y sin medida
el fuerte resplandor que me intimida
e intenta combatir el viento alado.
¡Fenece poco a poco en la embestida!
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