
¿Quieres bailar conmigo?
Me dijo aquel hombre acercándose a mi mesa.
Voltee levemente la cabeza, y me estremecí.
¡Que bello rostro poseía, varonil, ausente!
Me ofreció su mano,
aprisionó al descuido mi cintura…
Su pecho se poso en mi corpiño
y juntos nos perdimos en el ritmo.
Mis pasos algo torpes respondían a su destreza;
agitándose mi pecho ensordecía mis sentidos…
Y aquel hombre me atraía, deshojaba mis intentos.
¡Que sensual, cuanta hombría!
Sus brazos rodeándome completa, y yo…
Etérea.
Un tango suave, sensual, íntimo, se deslizaba
entre nosotros, los movimientos se hacían
cadenciosos y el lugar desaparecía, ante mis ojos.
Me sentía especial, coqueta.
El humo le daba un aire misterioso a mi pareja,
sus ojos se clavaban incitantes, codiciosos,
enloqueciendo mi flaqueza.
El aire comenzaba a ser escaso, y yo, desmayaba
entre sus brazos.
Cerré mis ojos, y al abrirlos nuevamente,
me encontré en la soledad eterna de mi alcoba.
Ya no soñaba.
¡Se terminó mi sueño!
Me dijo aquel hombre acercándose a mi mesa.
Voltee levemente la cabeza, y me estremecí.
¡Que bello rostro poseía, varonil, ausente!
Me ofreció su mano,
aprisionó al descuido mi cintura…
Su pecho se poso en mi corpiño
y juntos nos perdimos en el ritmo.
Mis pasos algo torpes respondían a su destreza;
agitándose mi pecho ensordecía mis sentidos…
Y aquel hombre me atraía, deshojaba mis intentos.
¡Que sensual, cuanta hombría!
Sus brazos rodeándome completa, y yo…
Etérea.
Un tango suave, sensual, íntimo, se deslizaba
entre nosotros, los movimientos se hacían
cadenciosos y el lugar desaparecía, ante mis ojos.
Me sentía especial, coqueta.
El humo le daba un aire misterioso a mi pareja,
sus ojos se clavaban incitantes, codiciosos,
enloqueciendo mi flaqueza.
El aire comenzaba a ser escaso, y yo, desmayaba
entre sus brazos.
Cerré mis ojos, y al abrirlos nuevamente,
me encontré en la soledad eterna de mi alcoba.
Ya no soñaba.
¡Se terminó mi sueño!